Peligros del ego
Querido señor,
me siento espantado al contemplar la naturaleza del verdadero enemigo de la
sabiduría que llamamos ahamkára o sentimiento del ego.1
Nace en la
oscuridad de la ignorancia, y se alimenta de esa misma ignorancia. Todos los
sufrimientos giran en torno al ego, y en realidad es la única causa de la
angustia. ¡Creo que este sentimiento es mi verdadera enfermedad!. El ego atrapa
a los seres vivos en la red de los objetos sensibles. Las mayores calamidades
del mundo tienen su origen en este sentimiento del ego, que destruye el
autocontrol, la virtud y la ecuanimidad. Deseo permanecer en mi mismo,
despojándome de la noción "yo soy Rama" y de todos los deseos que
nacen de esa idea. Comprendo que todo lo que he realizado bajo el dominio de
esa noción egoísta es absolutamente inútil y perverso. Mientras esté bajo la
influencia del ego, no puedo ser feliz; sólo seré dichoso cuando me libre de
esta idea egótica y maldita. El sentimiento del ego produce todo tipo de
caprichos que se desvanecen cuando él deja de existir. También es el ego el que
establece sin fundamento alguno la trampa de la familia y las relaciones
sociales, para capturar al alma ingenua en su implacable laberinto de
compromisos y responsabilidades ficticias que nadie puede resolver
adecuadamente.
Aunque creo
estar libre de dicho sentimiento del ego, sigo en un estado de ánimo confuso y
atormentado, y no puedo pensar ni vivir sin su concurso.¡Por favor, aclárame
todo esto, si tienes la bondad!.
Identidad del ego y la mente
Sin la gracia
que disfrutan los que están al servicio de los santos, mi mente se muestra
inestable como el viento. Nada le satisface ni contenta y cada día se siente
más inquieta y trastornada. Por muchos objetos que consiga, la mente no puede
alcanzar plena satisfacción, porque un colador no se puede llenar de agua.
Revolotea sin cesar en todas direcciones y no consigue encontrar la felicidad. Sin
darse cuenta de que está sembrando un gran sufrimiento en el infierno, busca el
placer de este mundo, pero ni siquiera eso puede conseguir plenamente. Se agita
inquieta como un león dentro de una jaula, porque ha perdido su libertad y no
puede ser feliz sin ella. Lamentablemente, santo varón, todavía estoy atado por
los espesos nudos de la red del deseo tejida por la mente. Del mismo modo que
los furiosos remolinos de un río desbordado arrastran los árboles que crecen en
sus orillas, la turbulenta mente arrastra sin compasión mi propio ser y no sé
dónde lo lleva. Me siento zarandeado por la mente como una hoja seca arrastrada
por el viento, que no le deja descansar en parte alguna. Creo que la mente es
la única causa de los objetos de los tres mundos.
2
Cuando la mente
desaparece, el mundo se desvanece como se disipa el humo cuando se apaga el
fuego.
Mientras la
mente está atada a los deseos, la oscuridad de la ignorancia proyecta
incesantes problemas y preocupaciones. Este estado de deseo agota las nobles
cualidades de mi corazón y me despoja de toda dulzura y gentileza de ánimo,
convirtiéndome en un ser duro y despreciable. En la oscuridad de la ignorancia,
los deseos bailan y se agitan a mi alrededor comosombras grotescas y
malintencionadas.
Aunque he
adoptado varias medidas para acabar con esos deseos, ellos siguen asaltándome y
me conducen fácilmente al extravío, como un vendaval arrastra un montón de paja
sin el menor esfuerzo. Por más que pretendo cultivar el desapego 3 y las demás
buenas cualidades, los deseos abortan mis intenciones, como una rata roe con
facilidad la cuerda más gruesa y bien tejida. Atado a la temible rueda del
deseo, giro sin cesar en el inútil empeño de capturar lo que sólo puede hacerme
sufrir. Aunque tenemos alas para volar, somos como pájaros estúpidos incapaces
de eludir la red del deseo y refugiamos en el autoconocimiento. Aunque bebiera
néctar, no podría calmar esta sed de deseo. La característica del deseo es que
no tiene una dirección determinada; ahora me conduce en una dirección y al
momento siguiente me orienta en la contraria como un caballo desbocado. Despliega
ante nosotros una compleja trama de hijos, hermanos, esposas y numerosos
familiares y amigos, cual mágica caja de ilusiones. Aunque soy un héroe, esos
deseos me convierten en un cobarde; aunque tengo ojos para ver, me dejan ciego;
aunque tengo motivos para estar contento, me hacen sentir miserable; vivo como
un niño atemorizado por el ruido más sutil. Este temeroso duende del deseo es
el responsable de la esclavitud y del infortunio humanos, pues anida en el
corazón del hombre y hace nacer en élla duda y el resentimiento. En poder de
este duende perverso, el hombre es incapaz de disfrutar siquiera de los objetos
que tiene a su alcance. Si bien parece que esos deseos pueden brindarle
deleite, jamás conducen a la felicidad ni al disfrute de la vida; muy al
contrario, sólo provocan un esfuerzo estéril y conducen a toda suerte de
aflicciones y desgracias. Cuando aparece en el escenario de la vida, ese
trágico deseo, como las viejas actrices, es incapaz de realizar nada noble o
afortunado, y sus empresas se cuentan por fracasos. ¡A pesar de ello, el duende
no deja de bailar sobre este trágico escenario!. Tan pronto nos eleva al cielo
como nos sepulta en los abismos más profundos de la tierra; nunca se cansa ni
deja de agitarse, porque se apoya en el vacío de la mente. La luz de la
sabiduría brilla unos instantes en la mente para volver a caer al momento
siguiente en brazos de la ilusión. Casi me parece increíble que los sabios
puedan cortar la temible soga del deseo con la afilada espada del conocimiento.
1 El sentimiento del ego o ahamkára es la raíz de la mente y de todo el sufrimiento
humano, co-mo tendremos ocasión de comprobar
a lo largo de esta obra.
2 Esta expresión, que surge con
frecuencia en esta obra, se refiere a la tierra, el cielo y los mundos
inferiores habitados por los seres demoniacos, que forman lo que nosotros llamamos
mundo de la vigilia.
3 El
desapego de los objetos sensibles se denomina en la Filosofía hindú vairágya,y
es laforma previa a toda iluminación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario